Vista de la población desde el suroeste. De izquierda a derecha: ruinas del palacio de los duques de Frías, castillo, muralla y soto del río Escalote, que crea una garganta tras la fortaleza.
Vista del castillo con la torre del Homenaje al fondo, con sus típicos garitones. Obsérvense los cubos circulares que son obra del siglo XVI e inacabada, por lo que Berlanga del Duero es una verdadera síntesis de tres grandes épocas: la musulmana, con su gran recinto o albacar situado al sur, el castillo medieval y el nuevo renacentista con el palacio a sus pies
El nombre de Berlanga es
romano y parece derivar de Valeránica. La población está al pie del cerro del
castillo, cerro que por su lado norte forma una gran escarpa sobre el río
Bordecorex, que desemboca en el Duero a escasos kilómetros de Berlanga.
Hay que ver tres obras diferentes en Berlanga: la primera, una cerca de
tapicería con tres cubos y puerta de ingreso que se abre junto a la base del
cerro, en línea perpendicular a una puerta del gran recinto que es la ya obra y
bordea el cerro, a base de cubos semicirculares de número de veinte, corren de
oeste a este, con los restos del palacio del siglo XVI.
Más otras edificaciones ruinosas al oeste, junto a otras dos puertas del recinto que va a dar al río Bordecorex; por último, el castillo, que tiene a su vez dos épocas y dos castillos diríamos uno dentro del otro. Veamos: Consta de un recinto rectangular con su torre del Homenaje, de planta rectangular y con ocho garitones de vatios tamaños, torre que fue empezada a demoler por la familia Tovar para construir un nuevo castillo.
Uno de los ángulos al
sureste tiene una torre de planta circular, obra ya del siglo XVI; las otras dos
torres de los ángulos fueron demolidas y viene la segunda etapa del castillo en
la que conservando parte de la estructura anterior, se agranda la fortaleza con
un recinto que engloba al anterior y con cuatro soberbias torres circulares
adaptadas para las armas de fuego (obra de un tal Benedetto de Ravenna que
trabajó para Carlos V).
Son unas fuertes torres con tres redientes que van mermando su grosor y que nos
indican los pisos, sin más vanos que sus propias defensas, consistentes en
troneras; obra en piedra de sillería muy bien labrada.
Del interior del castillo queda el aljibe y dos entradas al primitivo castillo
gótico. El nuevo castillo ardió en 1660 consumiéndose en el fuego techumbres,
muebles, puertas, paredes y todo lo de valor, aunque ya se había habilitado el
palacio de abajo para residencia. También sufrió los rigores de la guerra de la
Independencia.
Si atendemos a la historia medieval de Berlanga de Duero, sabemos que fue junto con Gormaz y Osma, plaza fronteriza musulmana bien fortificada a la que en el año 975 el general Galibo llega para librar del asedio cristiano al castillo de Gormaz.
Su yerno Almanzor destruye la fortaleza que había caído en manos cristianas, y de nuevo manda levantarla. Después de las tremendas sacudidas que dio el califato, el jefe Sulerman la cede al rey Sancho García con tal de que le preste ayuda en sus pretensiones al poder.
Hasta 1110 continuará
Berlanga en poder musulmán, y según nos relatan las crónicas “con los calabozos
llenos de cristianos”.
En esta fotografía se ve uno de los cubos semicirculares del castillo donde se aprecia su recia construcción a base de piedra.
Se verá en medio de las pretensiones del rey de Aragón Alfonso el Batallador que repuebla Berlanga y la incluye en la corona de Aragón para después volver a Castilla. Cedida la iglesia de Sigüenza, pasará de nuevo a la corona y en concreto a la familia Tovar, que tendrá la fortaleza desde el siglo XIV. Emparentados con los duques de Frías (Íñigo Fernández de Velasco, condestable de Castilla y conde de Haro), fueron nombrados sus sucesores marqueses de Berlanga en 1529.
A partir de esta época
se empieza a reformar el viejo castillo árabe y cristiano, que servirá de
prisión a los hijos de Francisco I de Francia. El castillo servirá de mansión
ilustres huéspedes: San Francisco de Borja, Isabel de Valois. Felipe IV, Felipe
V y María de Saboya.
En recuerdo de los personajes que lo construyeron aparece en la torre del
Homenaje, donde campean los escudos de los Tovar y Velasco, tanto en los
garitones de los ángulos como debajo de los centrales, conjuntándose con las
saeteras y molduras góticas y produciendo una bella visión.
Edificado el palacio, se abandona en parte
el castillo, dejándole como lugar de defensa, archivo, almacén y prisión; los
jardines del palacio ocupaban todo el lado sur del cerro formando un bellísimo
conjunto entre el palacio y la fortaleza.
Amurallada la villa, las guerras posteriores arruinarán la magna obra del siglo XVI, tras un incendio fortuito.
El castillo de Berlanga,
su gran recinto o albacar y los restos del palacio junto al notable
emplazamiento, forman un bravío complejo ejemplo de tres épocas diferentes,
totalmente conjuntados y a los que debería atenderse para su permanencia a las
generaciones posteriores.
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