Vista general del castillo de Alarcón, cono su entrada por
el istmo fortificado y rodeado por el río Júcar
El castillo de Alarcón forma parte del
conjunto amurallado de esta población conquense, constituido por muralla,
castillo, atalayas, torres y fosos, y está situado en un ángulo del recinto
defendiendo la parte más vulnerable, que es el istmo que le separa del resto del
terreno o península creada por la profunda hoz del río Júcar.
El emplazamiento es, pues, adecuado, situando la fortaleza en el punto más
destacado de dicha península y único acceso lógico, pues los otros flancos están
asentados sobre fuertes murallones naturales que hacen imposible su acceso.
Alarcón y su castillo tienen unas defensas especiales; primero, la puerta y
torre del Campo, la torre del Calabozo y, a continuación, el recinto de la
muralla, y formando otro pequeño recinto el castillo en sí. Tiene éste planta
trapezoidal, formado por una fuerte torre del Homenaje, que es el elemento más
destacado de todo el conjunto, y dos cubos, uno semicircular y otro pentagonal,
que completan las salas y dependencia. La torre del Homenaje presenta como
característica muy especial un doble coronamiento de almenas, y una cornisa de
matacanes que recorre los cuatro frentes. Es hoy Parador Nacional de Turismo,
habiendo sido adecuadamente restaurado para este uso.
Se tienen noticias de un Alarcón musulmán, incluso poseemos noticias anteriores
relativas a la época visigoda, y que, por fácil derivación del rey godo Alarico,
pretenden que dicha población sea un recuerdo de este personaje.
En época de Abderramán I (siglo VIII) se va a refugiar en el castillo cierto
personaje, hijo de Yusuf y apodado “el Ciego”, lo que acredita ya el uso militar
de su castillo en esta época temprana.
Vista exterior
del castillo. Destaca la torre del Homenaje con su doble fila de almenas
El famosísimo rebelde
Omar Ben Hasun, que creó un pequeño Estado dentro del Califato de Córdoba,
retiene el castillo en su poder algunos años.
En 1184, el rey Alfonso VIII lo reconquista a los musulmanes tras duras luchas,
abandonándolo los árabes tras 473 años de permanencia en sus manos. Pronto se
organiza la villa, fundándose iglesias y conventos, como los de Santa María del
Campo, Santo Domingo de Silos, la Santísima Trinidad, hoy iglesia de San Juan.
Alarcón, situado en la frontera de los países musulmanes, sufrirá las
incursiones de las armas, siendo un fuerte baluarte cristiano contra el Islam.
Alfonso X le concede fueros, el de Cuenca, para ser más exactos, y que tenía
fama de “liberal”, dicho con palabras modernas. Pasado el tiempo, Alarcón fue
cedido por el rey a la Orden de Santiago, cuya capital era Uclés, dentro de la
misma provincia de Cuenca.
La Orden de Santiago tenía a su cargo la defensa y conservación del valle del
Tajo desde las fortalezas de Alarilla (Madrid) a Aranjuez, formando una cuña que
ocupaba parte de la provincia de Cuenca.
Actualmente, varias puertas del recinto y de la muralla han sido reconstruidas;
la de las Moreras o Chinchilla, la del Picazo, del Calabozo o la Bodega, que nos
hablan del pasado histórico de Alarcón. Otros monumentos dignos de visita,
aparte de las iglesias antes citadas, son el Ayuntamiento y la Plaza Mayor,
todos ellos en un segundo plano, pues lo que nos llama la atención es el
castillo que preside el devenir de la villa.
Plano
El paisaje y el entorno de la Hoz del Júcar le dan un carácter especial a este
pequeño, pero importante por su historia, castillo de Alarcón.
Uno de los momentos históricos de Alarcón ocurrió en 1471, cuando el marqués de
Villena se refugió entre sus muros, ofreciendo resistencia a las tropas de los
Reyes Católicos, mandadas por el famoso capitán Jorge Manrique y el conde Pérez
de Alarcón, que no pudieron tomar la inexpugnable fortaleza, firmándose un pacto
con los Reyes y entregando la fortaleza.
El último episodio tuvo lugar en el siglo XIX durante las guerras carlistas,
época en que se restauraron parte de sus muros.
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