CASTILLO DE 
VILLAFRANCA DEL BIERZO

 

 

Vista del castillo desde la población. Obsérvese entre los cubos cómo se rehízo el lienzo, terminándolo en merlones, que no son otra cosa que almenas rectangulares y con poca altura.

 


La situación privilegiada de Villafranca se manifiesta por estar en el camino de Santiago, entre Ponferrada y Piedrahita del Cebreiro, y por estar en la confluencia de los ríos Valcarce y Burbia y en pleno corazón del Bierzo.
El castillo-palacio tiene la especial situación de haberse conservado habitado a través de los siglos, por lo que aunque se han ido haciendo una serie de reparaciones con diferentes estilos a los largo de los siglos, nos ha podido llegar completo hasta nuestros días.

Ubicado a la entrada de la población por la carretera de León, en pleno camino de Santiago, forma un cuadrado completo, con cuatro cubos circulares en los ángulos que sobresalen poco del resto del castillo y que son los elementos más destacados del conjunto.

Están construidos a base de hiladas de mampostería en la que se emplea piedra de río, así como pizarra y nos recuerda de cerca a las murallas de León por su material y forma.
 

Vista aérea del castillo con los detalles de las cuatro torres

 

Tienen estos cubos tres pisos, abiertos mediante unas simples ventanas relativamente modernas al exterior. Quedan coronados estos cubos por una cornisa de arquillas de ladrillo que asemejan matacanes, pero que son sólo decorativos y que sostienen un débil parapeto con falsas almenas. La cubrición de las torres es a base de chapiteles de pizarra con formas puntiagudas.
 

La fachada noroeste conserva los antiguos merlones rectangulares ya típicos del siglo XVI, perfectamente adecuados para armas de fuego; un recinto irregular y más primitivo partía del lado noroeste hacia el río, hoy casi desaparecido y que pudieran ser los restos de un albacar del castillo anterior. Otra característica de este castillo es que tiene una terraza con naves abovedadas y destinada a una plataforma para cañones.
 

El castillo posee tres pisos más sótanos y en parte está cubierto por un tejado de pizarra a dos aguas de gusto escurialense y poco visto en los castillos españoles.
Los pisos de las torres son de madera, entrando a ellas desde el patio por un pasadizo en recodo.
Vista lateral del castillo de Villafranca, mostrándonos las diferentes obras; a la izquierda, el cubo circular, a base de bandas de mampostería; a continuación, muro de igual material con merlones; edificación nueva y finalmente, el otro cubo, con su decorativa línea de falsos matacanes en ladrillo y chapitel puntiagudo.

 

El castillo de Villafranca posee también cuadras en los sótanos, abovedadas y de ladrillo. la fortaleza es rica en heráldica que nos van dando cuenta de los señores que lo poseyeron; en primer lugar tenemos en la puerta de entrada el escudo de don Fadrique Toledo y Osorio, tercer marqués de Villafranca del bierzo; Zúñiga, segundo marqués de Villafranca; Osorio; Luis Pimentel Pacheco, primer marqués de Villafranca casado con doña Juana Osorio y Bazarán (1497) y por último, el de don Alonso Pimentel Enríquez, conde de Benavente, que murió en 1461.

Por la documentación y los restos conservados sabemos que hubo otro castillo anterior, denominado “fuerza”, pues se dice en 1515 “habéis comenzado a labrar una fortaleza en la villa de Villafranca en un sitio antiguo en que solía haber cierta manera de fuerza” y concede la reina Juana permiso para la construcción de la fortaleza nueva que tenía cavas o fosos y baluartes.
Si nos atenemos a fechas anteriores, en 1327 el rey Alfonso XI dio a la población garantías por las que nunca sería enajenada del realengo, perteneciendo después al conde de Lemos, don Pedro Álvarez Osorio.

Su hija se casó con don Luis Pimentel, familia enemiga que ostentaban el título de condes de Benavente.

Detalle de uno de los cubos del castillo. Nótese cómo se ejercitó la obra constructiva a base de levantar cajas de mampostería horizontales, una sobre otra, a modo islámico, pero con estilo y materiales cristianos. Destaca esa tronera del buzón, rectangular, perfectamente adecuada para armas de fuego.

 

Al no tener herederos directos el conde de Lemos, dispuso que todas sus propiedades las recibiría su hija Juana y que eran Cabrera, Lemos, Rivera, Chantada, Sarriá, Puentes Cedesa, Ponferrada, Villafranca, Cacabelos, más otras posesiones. No tuvo este efecto, pues a su muerte se deliberó si correspondían a su hijo mayor o a su hija Juana, que era la menor de todos. Finalmente, esta dama se quedó con Villafranca.

Tuvo lugar en 1507 una sublevación por parte del hermanastro de doña Juana, que atacó el castillo de Villafranca con armas de artillería, por lo que una vez solventado este suceso, se inició la construcción del nuevo castillo, quedando todavía por construir parte en 1530, debido a la guerra de las Comunidades.
 

El castillo pasó después a su hija doña María Pimentel, que se casó con don Pedro Álvarez de Toledo, capitán general de Nápoles, e hijo del segundo duque de Alba, cuyo escudo aparece en la puerta de ingreso.

La fortaleza va a sufrir las consecuencias de la guerra de Independencia, aunque siempre se rehízo, pues desmantelado por las tropas inglesas, se convirtió en cárcel de partido, para finalmente pasar a los condes de Peñaramiro, sus actuales propietarios, se inició su reconstrucción con los planos del famoso arquitecto don Arturo Mélida que supieron devolverle su antigua prestancia.



Villafranca, antigua población romana, se supone que se llamaba Bergidum Flavium. Fue siempre una importante población en la ruta hacia Galicia.
No solamente posee el castillo o palacio de los marqueses, sino un conjunto monumental constituido por palacios e iglesias. Entre los primeros, destacan las casonas blasonadas de la calle del Agua, y en cuanto a iglesias, la de San Juan en Fiz, que se encuentra a la salida de la población, siendo un pequeño edificio románico; la de Santiago, del siglo XII, que consta de una sola nave y es un hito en las peregrinaciones jacobeas, con buenas esculturas en la portada del lado norte; la de San Nicolás, que perteneció al antiguo Colegio de Jesuitas del siglo XVII; la iglesia del convento de San Francisco, con su portada románica del siglo XIII y portada mudéjar del siglo XV, y la antigua Colegiata de Santa María de Cluniaco, erigida en el siglo XII por monjes cluniacenses y renovada en el siglo XVI por los marqueses de Villafranca.
 

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